Feliz 2007

Pues eso, esta es la primera entrada del año y la segunda de mi blog.
Aquí os dejo el comienzo de una historia que tengo por desarrollar, tengo que ver muchos aspectos de ésta y, resumiendo, hacerla. Aún así os quiero dejar aquí lo poquito que tengo hecho y saber vuestra opinión. De momento no tiene título, aunque el nombre del archivo que he puesto es Tokyo. Espero que os guste.
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Era una mañana gris en la ciudad de Tokyo. Esa oscuridad no estaba producida por la abundante contaminación que rodeaba la ciudad y la asfixiaba. No, el motivo de que esa mañana no estuviese el sol a la vista de los ciudadanos era una tormenta que se había establecido sobre unos rascacielos que intentaban sobresalir entre tantos otros, como sus creadores que, buscando formar rocambolescas imágenes fabricadas en acero, los acompañan con jardines cuadriculados y esqumatizaciones de naturaleza.
La lluvia había regado los edificios, ya grises des de su nacimiento, durante una semana. No era una lluvia fuerte como para provocar inundaciones, pero sí lo suficiente como para mermar, en la medida de lo posible, la actividad ciudadana. Ahora, los que antes iban en bicicleta, habían desistido ya de llegar al trabajo y volver a casa empapados como si no se procupasen al respecto; ahora todos iban en metro. El medio de transporte, que no estaba demasiado sobrado de espacio antes del cambio de tiempo, iba ahora mucho más ajustado haciendo que el subsuelo de la ciudad estuviera completamente inundado de gente y las calles se quedasen prácticamente vacías, dando la impresión de una ciudad aún más fantasmal que antes. No era que antes no hubiera actividad ciudadana sino que los habitantes hacían, cada uno, lo que tenía que hacer y volvía a casa con expresión de tristeza en la cara.
Arriba, en la superficie, entre ese bosque de figuras férreas imposibles y proyecciones geométricamente naturales había un edificio tradicional. Estaba construido en madera de bambú, sus puertas y ventanas eran corredizas y el suelo era de tatami.